El oficio de sentir, plasmar y componer se instala con fuerza en mi vida tal vez más como salvación interna que como solución laboral. Pese a saber que esta pieza difícilmente sería coleccionada, sentía el arrobo de intentarla en lino, de darle validez a mis criterios viscerales. De probarme en ella.
Ya compartiendo un taller en La Esmeralda con colegas que buscaban profesionalizarse en el arte de crear objetos audaces y propositivos, con valores estéticos y una punzada acerca del mundo trascendental, quise buscar composiciones que me fueran naturales o instintivas. Descubrí que es con arrojo que las imágenes encuentran su cometido. Pasé el año entero buscando el gusto en el arrojo.
El año en que me caso por segunda vez. Todo lo que aporte belleza y esperanza, enfoque y claridad. Probé con flores. La notación divina escrita en pétalos de belleza estoica. Después comencé a buscar en el lado natural de los procesos con un abstracto que nos entrega una presentación que no una representación de lo natural.
El poder abstracto del óleo y la figuración como nuestra clave de visualidad es contundente. En este caso busco expresar tanto los planos de contraste de motivo como de lenguaje. Lenguaje per se en el quehacer pictórico y lenguaje en lo pintado.
Después de severas cavilaciones y pensamientos narcisistas y antinarcisistas, tuve que poner en marcha un método creativo en el que una parte es admiración por el gesto de irreverencia y reto al estatus quo de los grafiteros y por el otro el antojo analizar la estética del espacio público desde el encuadre y con miras plásticas. Decidí realizar lienzos a partir de fotografías de apropiación y reinterpretación del graffiti y su convivencia con la imagen de la ciudad y la ética de sus habitantes.
Esta serie me hizo reflexionar acerca de la visualidad del ciudadano. ¿Qué salta a la vista de todos? Aquello que debería y no lo hace y en sí pude sentir un ambiente de coexistencia casi respetuosa. Con códigos de actuación claros y vivos. Incluso la pátina del tiempo encuentra su espacio y lo ocupa sin lastimar las voluntades vecinas.
Impresión digital montada sobre espuma de estireno y laminada, 30 x 77 cm.
El simbolismo involuntario de la Ciudad de México invita a explorar la imagen desde la deconstrucción de los vestigios de su piel.
El año en el que casi dejo de comer. Tras años de experimentación con fotografía urbana, tuve una muy escéptica mirada hacia mi quehacer. Lo que también dejó de fluir fue mi digestión. Una pancreatitis aguda detuvo mi mirada de buscar el sentido sólo capturando imágenes. Tenía que dejarme afectar por ellas y sanar no sólo gracias a una cirugía endoscópica sino a cotejar con la materia mi mirada.
Ningún objeto puede por sí sólo expresar algo acerca del sentido de la vida. Éste necesitará del tiempo necesario para ir arraigando en la mirada. Sembrar su intento y con ello nuevas y vitales dudas.
Cuando pintar consiste únicamente en lograr una imagen, es una situación precaria. Sin embargo, la plegaria, la oración, la duda, el crecimiento, la fe, la bondad, la entrega desinteresada a lo incierto, son hechos que dejan su huella en la materia.
Ser padre, aprender a dar clases, quedarme y posponer todo hasta que se vuelva urgente. La plástica y yo retomamos la conversación este año para no pausarla ya más. Es para mí un llamado, una necesidad y un gozo acudir pero darme de frente con la lógica en la que me inserto es la lucha de cualquier artista por encontrar cómo ayudar con la visión.
Lo más sorprendente del mundo y de la vida es contribuir enmedio de tantos milagros.
Retrospectiva
Ricardo Zentella Gómez / Painter Contemporary Artist
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